Fracaso Escolar y Problemas de Aprendizaje

Héctor Pauchard Hafemann

EL FRACASO ESCOLAR

El que un niño tenga problemas de rendimiento en la escuela genera mucha preocupación en los padres, no sólo por el futuro del niño sino porque es al mismo tiempo un problema económico (es bien sabido que el repetir un año de estudios tiene un alto costo).

De todas formas, es esencial el que los padres sepan que los problemas del aprendizaje se pueden manejar con éxito y a menudo con procedimientos muy simples. También, se debe tener presente la importancia de detectarlos y enfrentarlos a edad temprana, puesto que sus efectos pueden ir en paulatino aumento, agravándose en consecuencia.

Para ello es conveniente que los padres estén en condiciones de reconocer distintos indicios de esta problemática:

  • El niño tiene dificultades en entender instrucciones y cumplir con ellas.
  • Le cuesta recordar lo que se le acaba de decir.
  • Ya en un primer tiempo no logra adquirir las destrezas básicas de lectura, escritura y matemáticas, con los consiguientes fracasos en el trabajo escolar.
  • Presenta dificultad para distinguir entre la derecha y la izquierda. O, confunde el número 25 con el número 52, la "b" con la "d", y "le" con "el";
  • Tiene falta de coordinación tanto al caminar, jugar deportes o llevar a cabo actividades sencillas (sujetar un lápiz, amarrarse los cordones del zapato, etc.).
  • Pierden o extravía con facilidad el dinero para sus gastos, los libros de la escuela y otros.
  • No entiende el concepto de tiempo y se confunde con "ayer", "hoy" y "mañana."

Además, en esta área problemática es necesario distinguir dos grandes variedades de deficiente rendimiento escolar. Una, cada vez más común, es la del niño o adolescente que se niega a estudiar alegando razones aparentemente válidas que van desde el niño que dice que no le gusta estudiar amparándose en que, según la moda de turno en educación, los niños no deben ser obligados (sólo deben hacer lo que les gusta) al adolescente que desea vivir su vida, respaldado por el sacro derecho a la libertad preconizado por ideólogos de la nueva ola.

La otra corresponde a niños que presentarían algún indicio de psicopatología. En esta última problemática son muchos los factores que intervienen. Aquí le dedicaremos atención a algunos de los que aparecen más importantes y que son susceptibles de ser manejados con éxito por sus padres o las personas encargadas del niño.

Aunque en ciertos sectores médicos y pedagógicos existe la convicción de que muchos de estos problemas son de origen orgánico (p. ej.: algún tipo de alteración en el sistema nervioso central) el hecho es que pesan enormemente en estas dificultades factores que denominamos supraorgánicos, precisamente para subrayar su independencia de lo propiamente físico. Tal es el caso de problemáticas en relaciones humanas, convicción del niño de no tener recursos y otros.

Esta creencia en que el origen de problemas de este tipo es resultante de alteraciones orgánicas deriva especialmente de que a menudo estos niños son hiperactivos o tienen dificultades para concentrarse. Y debido a que determinadas drogas pueden mejorarlos en estos aspectos (con todos los riesgos de efectos secundarios, como es el caso del ritalín) los partidarios de la explicación orgánica se sienten respaldados en su convicción.

Sin embargo, la hipótesis de que influyen allí elementos supraorgánicos a su vez está sólidamente respaldada por el éxito de tratamientos en que no se recurre a ningún tipo de droga (Ver Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad ).

En todo caso, el tratamiento precoz es indispensable en todos estos casos debido al riesgo evidente de que las dificultades vayan en aumento. Así, un niño que no aprende a sumar en la escuela primaria eventualmente no aprenderá álgebra en la escuela secundaria. Además de que el fracaso lleva a la pérdida en la seguridad en si mismo (Ver en REGLAS DE SALUD MENTAL: Seguridad en si mismo y exoestima).

Nuestra opinión frente a este tipo de problemas es la de intentar los procedimientos sencillos que indicamos más adelante por parte de los padres y de los profesores que tengan la voluntad necesaria para ello. Porque la experiencia nos indica que en cantidad de casos ellos bastan para solucionar estas dificultades. Se puede evitar de esta forma tratamientos largos y de alto costo y los efectos iatrogénicos de algunos de ellos. De acuerdo con esto, sólo si no hubiera resultados satisfactorios habrá que recurrir a especialistas. En todo caso, estamos llanos a absolver consultas (a través de e-mail) sobre las posibles dificultades que se presenten en la puesta en práctica de las instrucciones en cuestión.

Sin embargo, previo a ello estimamos necesario que los interesados en llevar a la práctica las mencionadas indicaciones, tengan conocimiento de los factores que allí intervienen (etiología). Porque lo ideal es intervenir directamente sobre ellos y no sobre sus resultantes (los síntomas).

 

ETIOLOGÍA

Examinaremos a continuación algunos hechos frecuentes de encontrar y que están en la base de las dificultades que nos ocupan, para luego dar algunas indicaciones que se han mostrado eficientes en su manejo.

Examinemos en primer término el común intento de los adultos de ayudar al niño con dificultades, y que corrientemente tiene dos tipos de consecuencias negativas: 1) el niño no desarrolla sus recursos y potencialidades y 2) la relación niño-adulto se afecta notoriamente con secuelas directas en el interés del niño por el estudio.

Efectivamente, el niño que es sistemáticamente ayudado en su trabajo escolar no hace uso de sus recursos. Su resultado inevitable es que éste desarrolla una representación (idea) de si mismo de incapacidad con el subsiguiente desapego, si no desagrado, en todo lo que se refiera a actividad intelectual. Porque es un hecho indiscutible el que nadie desarrolla interés por actividades en que se sabe inepto y que le significarán, de enfrentarlas, un fracaso seguro. A raíz de lo cual las evitará de manera sistemática. Es decir, será un mal alumno sin duda alguna.

Por otra parte, la ayuda que los adultos intentan dar a los niños genera una situación de alto riesgo, según lo muestran las experiencias repetidas al respecto. Es corriente en efecto, que el adulto reacciona con impaciencia frente a las torpezas, dificultad de comprensión y errores cometidos por los niños. Su expresión frecuentemente es de disgusto con el resultado cierto de hacer sentir al niño que es "tonto". Aunque bastante a menudo ello no requiere de ninguna conclusión de su parte, puesto que el adulto lo expresa directamente: "Burro, no entiendes??!!", "Idiota, ¿hasta cuando te voy a repetir?!", amén de claras expresiones gestuales que tienen un sentido similar.

Ahora bien, es de común ocurrencia que esto suceda al comienzo de determinados aprendizajes en que es normal que se presente algún tipo de dificultad. Desgraciadamente, repetimos, el fastidio del adulto en estos casos se traduce en regaños y descalificación que implican un rebajar la exoestima (ver Seguridad en si mismo y exoestima en REGLAS DE SALUD MENTAL). Su resultado invariablemente es que el niño, por así decirlo, se "atasca" en la respectiva dificultad, produciéndose un círculo vicioso entre los errores del niño y las destemplanzas del adulto, interacción que muy frecuentemente se desarrolla en espiral.

Ahora bien, en el caso de que el niño ya está presentando problemas en su aprendizaje (malas notas), este tipo de ayuda se hace cada vez más negativa. Así, pasa a ser peor el remedio que la enfermedad. La reacción corriente de los niños en estos casos es la de evitar o abandonar la tarea substrayéndose al esfuerzo que ella implica. También, con suma frecuencia, responde con oposición, como respuesta natural al maltrato que significa la rebaja de la exoestima. Porque lo normal es responder negativamente ante la persona que maltrata (ver Los sistemas binarios de interacción en REGLAS DE SALUD MENTAL). En esas condiciones es ilusorio esperar que superen con facilidad la dificultad en cuestión. Si, se puede esperar rebelión y oposición.

En todo esto la gran cuestión es que el niño toma las referidas actuaciones de los adultos como interacción negativa (interacción negativa falsa) y responde con interacción negativa. De esta forma la relación niño-adulto se deteriora (encadenamiento negativo). Habrá por lo tanto, y en desmedro del aprendizaje, menos colaboración del niño y más dificultades y pretextos. Estas réplicas abiertas o encubiertas dependerán del grado de temor que le genere el adulto en cuestión.

Resulta natural, conforme a lo examinado en Los sistemas binarios de interacción, que quién ayuda al no alcanzar los resultados esperados siente al niño "malo" y naturalmente no lo trata bien, es decir, acciona con interacciones negativas. Así, sin que se aperciban los adultos, el niño es impulsado a un total desinterés por mejorar sus notas y al rechazo de las actividades escolares.

Con el fin de alcanzar una mayor claridad en esta problemática, examinemos dos variedades específicas de estas situaciones que son de frecuente ocurrencia:

  • El niño en la sala de clases comete errores y la maestra lo reprende o tiene expresiones de impaciencia por sus dificultades. En esas condiciones es de esperar que el niño presente problemas de comprensión que irán en aumento, eventualmente acompañadas del rechazo a colaborar con la maestra. También son posibles otras expresiones del síndrome de emergencia (llanto, depresión...)
  • Algo parecido puede ocurrir en la casa con la madre u otro adulto que pretenda ayudar, derivando en reacciones y consecuencias similares a las señaladas anteriormente. Pero, en este último caso ocurre a menudo que el adulto opta por ayudar al niño haciéndole la tarea. Lo que tiene resultados doblemente negativos pues el niño, al descubrir que no necesita esforzarse sabiendo que le harán el trabajo, no adelantará en el aprendizaje correspondiente con la consiguiente imposibilidad de comprensión de la materia que viene posteriormente (la llamada falta de base). Además, insistimos, otra resultante es que el niño desarrolla la convicción de no tener recursos (no ser capaz) con consecuencias directamente negativas para su exoestima y su seguridad en si mismo.

En cualquier caso, no debe desatenderse la posibilidad de que el fracaso escolar sea consecuencia de un síndrome de emergencia producto de otras situaciones de maltrato, aparte de las ya enunciadas, tales como problemáticas de relaciones interpersonales en el seno de su familia y muchas otras más. En estas circunstancias el niño en emergencia está disminuido en sus recursos para desarrollar tareas escolares y los respectivos aprendizajes, a causa de las alteraciones cognitivas que este síndrome conlleva. Ahora bien, es perfectamente posible que sobre esta emergencia se superpongan las que vienen directamente a continuación (las reacciones inadecuadas de los adultos y de la maestra). Razón por la cual, al vivir el niño simultáneamente varias situaciones de maltrato, experimentará un síndrome de emergencia de la consiguiente mayor dimensión que acentuará sus dificultades en el trabajo escolar.

Recalquemos que hay situaciones de maltrato en los niños normalmente inadvertidas por los padres o que, al menos, no tienen conciencia de su dimensión ni de sus consecuencias. Las más corrientes son:

  • Sistema binario en negativo con uno o lo dos progenitores: la relación es una de maltratos mutuos.
  • Discriminación del niño frente a sus hermanos o niños de la misma edad: el ser dejado de lado respecto a ventajas y satisfacciones de las que sí gozan sus hermanos. Lo que constituye un maltrato por pérdida de la seguridad por respaldo social.
  • Rechazo de alguna característica del niño por uno o los dos progenitores (comentarios críticos, repulsas francas, ironías, etc.). Esto se presenta en un amplio abanico de desagrados: por la movilidad del niño (es el caso de los hiperkinéticos), por otras peculiaridades del temperamento (lentos, llorones, etc.), por determinadas características físicas (el color de la piel, rasgos faciales), etc., etc.

Es claro entonces lo indispensable que resulta disponer de un conocimiento al menos básico de lo que son el síndrome de emergencia y la interacción binaria por parte de los adultos (y ojalá de la maestra) con el fin de comprender adecuadamente lo que está viviendo el niño. Lo que es aún más imprescindible si estos desean intervenir eficientemente en su ayuda. Y, por último, no olvidar que el estado anímico es distinto para la persona (en este caso los padres o adultos que intervengan) si entiende la problemática de que se trate a que si se enfrenta a ella con un gran signo de interrogación.

Otro factor de suma importancia en el rechazo al estudio, y frecuente de encontrar en gran cantidad de niños, está dado por la ideología dominante en los ambientes educativos. Ella es en parte consecuencia del conductismo y en parte resultado de la convicción muy extendida de que la libertad sin límites es un ideal supremo.

En efecto, el conductismo proclama que los aprendizajes eficientes son los que se desarrollan en base a premios (refuerzos) y que la amenaza de castigos interfiere en el proceso de aprendizaje. En consecuencia, los niños solamente deben hacer cosas agradables y recibir premios ("refuerzos"). Esto en base al supuesto de que serían iguales a las ratas de laboratorio, lo que muestra además un increíble desconocimiento de las características esenciales de los niños y de los seres humanos.

De manera similar los ideólogos de la libertad tienen la convicción de que ella no sólo facilita la creatividad sino que da la felicidad plena a los individuos.

Estas afirmaciones, no consideran en absoluto que el ser humano es muy distinto de las ratas de laboratorio y, como los hechos lo muestran, que la aplicación de sus consignas tiene resultados nefastos.

Desde luego, los conductistas no parecen saber del proceso de socialización. Y menos aún, el que el individuo tiene obligaciones con la sociedad, que necesita de otros seres humanos, que requiere de autocontrol y de capacidad de esfuerzo, que debe saber esperar, de que existe un bien común, etc., etc. Y para peor, está olvidado que el ser humano requiere vivir con otros humanos y que ello implica automáticamente el perder parte de la libertad.

En esa perspectiva, se ha impuesto el supuesto de que no sólo los castigos sino que también los esfuerzos y sacrificios deben ser erradicados del ambiente educacional.

Y, aunque en EE. UU., en vista del desastre que han significado estas orientaciones "filosóficas", están tratando con determinación de echar marcha atrás, en distintas partes del mundo se sigue pensando que el niño debe vivir siempre en una suerte de paraíso, totalmente ajenos a las realidades de la vida en común.

Efectivamente, una de las primeras indicaciones de las autoridades en EE. UU. en su lucha contra las drogas, es la de "darles responsabilidades a los hijos". Lo que va en oposición directa al disponer de plena libertad y al lograr conductas sólo mediante refuerzos, además de implicar obviamente el uso de castigos. Asimismo el disciplinar a los niños es igualmente una indicación de la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (AACAP).

Frente a esos absurdos choca en primer término el conocimiento efectivo de lo que es el ser humano. Porque nuestros antepasados incluso desde antes de constituirse la especie Homo sapiens, vivieron en grupos (sin ellos no habría podido sobrevivir la especie). Ahora bien, el vivir en grupos implica automáticamente el perder distintos grados y tipos de libertades, lo que es resultado directo de los compromisos dados por el bien común y el orden social respectivo.

En consecuencia, desde siempre el ser humano recibió en su infancia la presión de procesos de socialización en que perdió libertad y se le inculcó el sentido del deber (conforme a los valores del grupo y opuesto a hacer las cosas por gusto, lo que es naturalmente imposible de estudiar en ratas de laboratorio).

Efectivamente, el niño, como cualquier cachorro animal, requiere ejercitar sus potencialidades y recursos para desarrollarse y ser un adulto autosuficiente y, en el caso humano, ser una persona socialmente adecuada. Al igual que los otros cachorros y con ese propósito, el niño hace uso del juego. Sin embargo, con el mismo fin, la sociedad humana requiere del proceso de socialización de los individuos en el cual son aspectos fundamentales el autocontrol y la capacidad de esfuerzos y sacrificios.

Desgraciadamente, la moda ideológica que comentamos tiene en la actualidad a una cantidad de padres y profesores, si no a una mayoría, temblando porque tendrían que obligar o castigar a los niños, y viviendo intensos sentimientos de inadecuación si osan hacerlo. Lo que es captado claramente por niños y adolescentes. Así muchos niños se niegan a cumplir con sus deberes escolares y lo declaran abiertamente. Afirmándose sin duda en la ideología imperante. Y si no, como explicar que ha habido niños en efecto que nos han dicho: "¿Por qué voy a estudiar si no me gusta?.

Y en cuanto a los adolescentes, la mayoría de ellos no está dispuesta a perder ni un ápice de la plena libertad a la que supuestamente tendrían derecho. Aserto que se contradice con la alarmantes consecuencias que muestra la problemática de adolescentes en la actualidad. Y los padres, en conciencia de que hay algo equivocado en todo esto, optan por no saber de nada, sin siquiera atreverse a defender sus derechos como padres.

En todo caso, se debe tener presente que el hacer conforme a las directivas de los especialistas mencionados anteriormente tiene consecuencias gravísimas en el desarrollo personal:

  • El niño no desarrolla recursos y habilidades para accionar adecuadamente frente a las tareas y esfuerzos que le exigirá el medio social a través de sus distintas etapas de desarrollo.
  • Tampoco incrementa recursos para enfrentar situaciones difíciles (los especialistas en cuestión hablan en estos casos de intolerancia a la frustración) con las consiguientes resultantes negativas.
  • Queda en situación de dependencia e indefensión frente a otros, en cuanto carece de los recursos y habilidades que le permitirían ser satisfactoriamente autosuficiente (como son la capacidad de esfuerzo y la disciplina, entre otros).
  • No incrementa capacidades de adecuación social, sí de hedonismo y egoísmo, preocupado esencialmente de sus propias satisfacciones. Nunca, del sentido del deber y de compromiso frente a otros.
  • Baja de la exoestima y la consiguiente seguridad en si mismo disminuida, puesto que en el mundo corriente la ignorancia y la falta de habilidades intelectuales trae desprecio (es un valor negativo).
  • Desagrado por todo lo que es actividad académica ya que a nadie le gusta enfrentar tareas en que se da por hecho el fracaso (consecuencias: no estudiar, alarde de ignorancia, etc.).
  • Búsqueda obvia de ambientes en que logre mejor exoestima. Ejemplo destacado en este sentido es el adolescente que ingresa al mundo de la droga u otras actividades de tipo asocial (ver Seguridad en si mismo o exoestima en REGLAS DE SALUD MENTAL).

Si de lo que se trata es buscar o desarrollar procedimientos que sean buenos para los niños, nosotros tenemos la convicción que lo que efectivamente es bueno para ellos es el respetarlos como personas y asimismo ayudarlos a una integración adecuada al medio social (proceso de socialización). Lo que no se contrapone en absoluto al ejercicio normal de la autoridad de los adultos y al hecho de que las normas requieren sin ninguna duda de sanciones para su efectivo cumplimiento. En suma, la cuestión no es suprimir la autoridad, sino corregir los errores que se cometieron al respecto. Entonces es posible dar libertad, pero una libertad que sea realista, es decir, sin olvidar nuestra condición humana (Ver REGLAS DE SALUD MENTAL).

Por otra parte, parece evidente que el tratar bien a los niños no significa aislarlos de todo lo que sea penoso sino que, muy a menudo, requiere el enfrentarlos a dificultades y esfuerzos que justamente provocarán la eclosión de sus aspectos más valiosos. Habituarlos al cumplimiento del deber y de sus obligaciones con los demás y con su grupo, aunque implique desazón, ciertamente que les va a permitir el gozar en un futuro (incluso en un futuro inmediato) de la satisfacción fundamental del aprecio y reconocimiento social (exoestima). Un niño criado de esa forma está en las antípodas de aquel "malcriado" (spoiled child) y de sus desventuras.

Además, en todo esto desgraciadamente no se considera el hecho de que el estudiar y cumplir con los deberes escolares, que puede significar una actividad detestable, pasa corrientemente a ser una situación normal e incluso agradable si el niño descubre allí sus potencialidades y logra éxitos en el trabajo escolar. Esta problemática se entiende mejor si se considera que normalmente la tarea escolar es para el niño una de prueba. Raramente es una de interés e inquietud por saber o adentrarse en conocimientos y habilidades. Las excepciones están dadas por las familias en que existen valores académicos de primer grado como sucede, por ejemplo, en aquellas en que los padres son profesionales. Efectivamente, los niños se enfrentan a estas tareas sabiendo que van a ser evaluados. Pero, atención!, a la evaluación académica se sobrepone otra que es más importante, y es la que les asigna el valor social personal o exoestima (como "lo miran" en el medio social). Esta última es la que más los afecta y los hace sufrir. Además de que, si es negativa, tiene consecuencia ulteriores importantes:

 

TRATAMIENTO

Al tratar de manejar adecuadamente las problemáticas que nos ocupan, los padres y los adultos en general deberán evitar caer en la trampa de que lo importante es que el niño "haga sus tareas y tenga buenas notas". Porque lo fundamental es que éste tome conciencia de que es alguien capaz y que dispone de recursos intelectuales. Así, aunque el ayudar al niño en las tareas puede eliminar el sufrimiento de ser mal evaluado académicamente (tendrá notas aceptables), se contrapone con desarrollo de un adecuado valor social personal. En cambio, al lograr superar los problemas que este trabajo le implica, el niño se sabrá automáticamente bien evaluado en cuanto a valor social personal.

Deducimos entonces, que toda ayuda en estas actividades debe ser restringida lo más posible. Y en el caso que el niño presente dificultades o deficiencias para cumplir con las exigencias académicas, se requiere darle la asistencia que le facilite la tarea, pero con las prevenciones ya dichas.

En consecuencia se procurará justamente que el niño tome conciencia de sus propios recursos. Tenemos entonces que enfrentados al problema del niño que requiere ayuda, el primer requisito es el que debe trabajar sólo, y la persona que va a ayudar (la madre u otra) no debe estar en la misma sala. En el caso de que ello no fuera posible, se mantendrá alejada del niño en otro extremo de la pieza haciendo cualquier otra cosa.

Se instruirá al niño diciéndole que en adelante trabajará sólo y únicamente si siente que no sabe podrá llamar por ayuda, que es bueno que trate de resolver por si mismo las dificultades, que él es capaz de hacerlo solo con un poco de esfuerzo, u otras expresiones similares. Y que, si efectivamente no puede, entonces que venga a preguntar. Y si hubo que auxiliarlo, en cuanto se ha resuelto el problema de que se trate, se deberá dejar inmediatamente al niño solo, confirmándole que se sigue a su disposición.

Ahora bien, si se lleva mucho tiempo ayudándolo, habrá que proceder tomando ciertas precauciones. En primer término, se restringirá paulatinamente el resolverle las dificultades (nunca de golpe). Además, es necesario evitar que el niño interprete esta actuación como una de rechazo o de abandono o de crítica. Habrá que insistirle en que se confía en que, de a poco, el podrá hacerlo cada vez mejor. Son útiles, pretextos tales como "es urgente que yo haga esto otro" (la tarea personal en que se enfrasque la persona como pretexto para que el niño trabaje solo).

Las condiciones de la ayuda que proponemos, que les permite salvar su exoestima, viene a ser muy distinta de lo que se entiende corrientemente y consiste en:

  • Dividir la problemática que enfrenta el niño en partes o pasos mínimos y muy simples ordenados según el desarrollo que se requiera para lograr aquello de que se trate.
  • Tomar de éstas la primera o cualesquiera de las primeras (nunca comenzar por aquello que demanda de pasos previos y que el niño no maneja bien) y plantearle al niño como cree que debe hacerlo o cual es la solución que se le ocurre para ella.
  • Normalmente el niño, si se ha simplificado a fondo la problemática, supera sólo cada uno de los pasos. Si eso no ocurre, el ideal es hacerle preguntas que lo lleven a encontrar la solución. Ésta saldrá de boca de quién ayuda sólo en última instancia.
  • Resuelto cada paso satisfactoriamente por el niño, habrá que hacerle tomar conciencia de que usó sus propios recursos. Expresiones tales como: "ves que sabías?", "lo hiciste solo", "yo no te ayudé", son necesarias para que su exoestima y su seguridad en si mismo se afirme. Aunque es indispensable la parsimonia, evitando que ello pase a ser un caudal de alabanzas.

En todo caso, recordemos que el reprender y cualesquiera de las otras expresiones de desagrado expresadas por los adultos, molestos a causa de las dificultades que les ocasiona el niño deben ser suprimidas de manera radical. Porque, insistimos, a mayor emergencia del niño menos posibilidades de colaboración y de aprendizaje adecuado.

En cuanto a los niños que se niegan abiertamente a estudiar y cumplir con sus deberes escolares con la convicción de es legítimo el rechazo del estudio y de las obligaciones pertinentes (resultado de la consigna de que lo adecuado es hacer sólo lo que les gusta), los padres y adultos habrán de proceder directamente en contra de ello. La solidez que allí muestren es fundamental y el no aparecer atemorizados en la creencia de que es una suerte de pecado el contradecir los supuestos imperantes a que nos hemos referido. En efecto, es absolutamente necesario que con serenidad, pero con firmeza, les hagan saber que es obligación de todos los niños estudiar y que además, de no hacerlo lo van a pasar muy mal de adultos (en el lenguaje que corresponda y que obviamente cada progenitor conoce).

En suma, se planteará sin tapujos obligaciones y exigencias a los niños y adolescentes. Y si es necesario, habrá que obligarlos a estudiar.

Lo que no tiene por qué consistir ni en abusos de autoridad, ni en un proceder arbitrario, siempre que se tenga respeto por la persona del niño o del adolescente y en general, se obre de acuerdo a las 4 reglas en relaciones humanas (ver DISCIPLINA Y BIEN COMÚN).

 

PREVENCIÓN

El gran instrumento para estimular el gusto por el estudio y el rendimiento académico es el interés que demuestren los padres por estas actividades y, en especial, el reconocimiento de logros y éxitos de sus hijos en el área. Pero, cuidado!, este debe ser medido porque si se exagera lleva al niño a vivir en un estado de tensión y emergencia muy negativo. En otras palabras, si los padres aparecen excesivamente impacientes o preocupados, el niño no va a gozar del trabajo escolar y se corre el riesgo de que se trasforme en una suerte de tormento.

En todo caso, el mejor estímulo es en realidad indirecto. Y está dado por el efectivo interés de los padres en lo académico, el que se refleja en forma inadvertida en sus conversaciones, inquietudes y esfuerzos, decantando normalmente en la cantidad de literatura (libros, enciclopedias, etc.) que se tenga en el hogar. El mecanismo que influye en el niño en estos casos corresponde a la adquisición de valores, el que acciona especialmente por la vía de la imitación, en especial de los adultos. Para el efecto, bastará con que la acción de estos sea concordante con sus principios, que se manifestarán naturalmente, entre otros, en los comentarios que surgen en los distintos momentos de la vida familiar.

De todos modos, los padres deben combatir con firmeza desde los primeros años los absurdos de las filosofías imperantes en educación y en el área psicológica. Además de tener presente que los niños tomarán los valores que se viven en el hogar sin mayor problema, siempre que las relaciones con los adultos sean satisfactorias. Ellas comienzan desde luego por el respeto y consideración por el otro y las restantes reglas para buenas relaciones humanas. Es así como los sermones estarán demás, aparte de ser inservibles y contraproducentes. En suma, para prevenir problemas de escolaridad es indispensable que el niño adquiera desde pequeño los valores del esfuerzo, de la responsabilidad y del conocimiento (en oposición clara a los valores hedonistas ya comentados).