Reglas para Mantener y Mejorar la Salud Mental

Héctor Pauchard Hafemann

INTRODUCCIÓN

El enunciar reglas de salud mental requiere sin ninguna duda de un conocimiento efectivo del ser humano. Debido a que aquí sólo nos ocuparemos de la prevención de las perturbaciones funcionales no consideraremos mayormente las características orgánicas de nuestra especie, pero sí las supraorgánicas (que existen aunque no puedan meterse en un tubo de ensayo ni pesquizarse con medios físicos).

Al efecto recordemos que en el área de las enfermedades orgánicas, en cuanto a su prevención, es necesario saber de las causas o factores que intervienen en la generación de la perturbación respectiva. Y además, que, la prevención tiene ventajas extraordinarias sobre los tratamientos en lo que se refiere a las enfermedades orgánicas.

Recalquemos asimismo, que la única acción eficiente en prevención es la que se efectúa sobre los factores que llevan a la perturbación y no sobre los síntomas (que son simplemente efectos de determinados factores). Así, por ejemplo, en la prevención del cólera se implementan procedimientos bien determinados. No se considera el establecer arsenales de antibióticos, pero sí fundamentalmente, además del tratamiento de las aguas servidas, el proveer con instructivos a la población. Todo lo cual está destinado a evitar la ingesta de alimentos contaminados. Porque se trata simplemente de que las personas no ingieran agua o alimentos contaminados con el bacilo que provoca la enfermedad.

Nos corresponde aquí referirnos solamente a lo que atañe a las alteraciones y problemas mentales de orden funcional, dado que en otro lugar habrá de tratarse lo pertinente a las enfermedades mentales de base orgánica. Al efecto, el saber de la condición humana nos aporta una información confiable acerca de los requerimientos básicos de la persona para "estar bien". Lo que a su vez da las bases para el enunciado de reglas o modos de acción con ese objetivo y, lo que es lo mismo, normas de salud mental. Puesto que el cumplir con ellos asegura una salud mental satisfactoria, en tanto en cuanto las alteraciones mentales funcionales están ligadas directamente a trasgresiones de estos requerimientos básicos.

De la misma forma, es indispensable el lograr una comprensión eficiente de lo que es el niño si se desea ayudarlo realmente o prevenir todo aquello que atente contra su bienestar y su sano desarrollo. Pero, sin duda que disponer de un conocimiento cierto de lo que somos en verdad los seres humanos es igualmente un requisito básico en esta tarea.

Ahora bien, una característica esencial de nuestra especie no ha sido abordada en su plenitud por las ciencias humanas, aunque ella constituye el factor variable de mayor importancia tanto en la vida de los individuos como en los fenómenos sociales. Esta es nuestra condición de dependencia. La que deriva tanto de nuestra ontogenia y como de nuestra filogenia.

En efecto, se nace de una madre que no sólo amamanta sino que provee de seguridad durante largos años, además de que otros adultos e incluso niños mayores se encargan paralelamente también de esa seguridad. Experiencia ésta que nos deja huellas indelebles y que cualquier observador despejado puede constatar en cualquier momento de la vida de todo ser humano.

Por otra parte, es bien sabido que el grupo fue el gran instrumento de sobrevivencia de la especie humana. Lo que es válido para muchos otros animales Sin embargo, en el hombre lo es mucho más puesto que somos extraordinariamente desposeídos de recursos físicos y no podríamos sobrevivir de desenvolvernos aislados en el ambiente natural. Efectivamente no tenemos los recursos de otros animales que sí pueden hacerlo: serpientes, osos, reptiles, águilas, etc., toda vez que carecemos de la velocidad y fuerza de otras especies o de las garras o dientes que son adecuados para ese fin.

La conclusión obvia de lo anterior es que el sino del ser humano es vivir en sociedad. Además de que en toda esta perspectiva, no es posible poner en duda que necesitamos de otros y que otros nos necesitan. Lo que constituye el requerimiento de seguridad por respaldo social. Tenemos así la base del desarrollo de fenómenos que son medulares en vida de las personas y de las sociedades. De hecho, para contar con otros, y como Homo sapiens, buscamos los medios y procedimientos a fin de que ello suceda efectivamente.

Justamente, desde la más temprana infancia tomamos conocimiento de que nuestra madre y las personas que nos cuidan enfrían sus expresiones de afecto cuando están enojadas o se distancian claramente, y que ello puede ocurrir porque hemos accionado de determinadas maneras ("portarse mal" y similares). En cambio, si accionamos de otras formas ellos redoblan sus expresiones de afecto.

Aprendemos en consecuencia a evitar cuidadosamente las peleas con quienes nos interesa que nos quieran (que nos traten "bien"), en plena conciencia de que conflictos y peleas arruinan los logros en cuestión. Y, asimismo, tratamos de tenerlos gratos. Es posible que, al efecto, más de algún lector esté pensando en lo que sucede en la relación de pareja. Pero, si revisamos todo tipo de relación o de ambiente social, nos encontramos con que ello es la regla, sólo con las excepciones en que se intenta lograr del otro aquello supuestamente tan importante que se opta por la confrontación. El paradigma de lo anterior, como es bien sabido, está constituido por las guerras por territorio. Y los abusos de poder van en la misma dirección.

En suma, en toda interacción social se acciona conforme al requerimiento de seguridad por respaldo social. De esta forma se han conformado pautas de conducta que son en general compartidas por los miembros de una misma cultura, muchas de las cuales constituyen las normas que condicionan la acción de individuos y grupos en las distintas sociedades. El conjunto de todo ello constituye el llamado orden social. Orden social que la generalidad acepta con mayor o menor conciencia, a buen seguro, de las ventajas que trae en cuanto a estar en armonía con otros.

Ahora bien, todo esto significa que la vida de individuos y de grupos corre por determinados canales con cierta estabilidad que permite a todos y cada uno hacer predicciones respecto a la dinámica social que corresponda. Lo que además es asegurado porque los individuos se hacen parte del control social que contribuye a mantener el respectivo orden social.

Se suma a ello el llamado proceso de socialización que es simplemente el preparar al niño para integrarse de manera satisfactoria al medio social. Es decir, el niño aprende a desenvolverse conforme a las pautas de conducta adecuadas para las distintas situaciones sociales.

Ello sin duda implica el someterlo a exigencias desde los primeros años. Y así, conforme a la evolución de sus recursos, paulatinamente desarrolla capacidades de autocontrol y conciencia de las obligaciones que tiene con otros seres humanos y finalmente con la sociedad toda. Todo lo cual no está sucediendo en la actualidad en distintos ambientes con consecuencias que son graves sin ninguna duda. Porque, desgraciadamente, todo lo descrito respecto a la seguridad por respaldo social y sus consecuencias ha sido ignorado por la gran mayoría de quienes dan orientaciones "científicas" respecto a salud mental y educación.

En ese sentido consideramos necesario alertar a los padres a no dejarse seducir por el prestigio de que gozan algunas renombradas autoridades. Con ese fin examinemos lo que estos famosos especialistas afirman.

En primer término consideremos un error por el cual transgreden la más elemental norma lógica, que es el dar por hecho que los niños y los humanos "somos iguales" a las ratas de laboratorio. Y que las comprobaciones realizadas con ellas se pueden trasladar sin más a la especie humana.

Efectivamente, el pensamiento por analogía es un vicio de lógica que se comete cuando se llega a una determinada conclusión, pero partiendo de premisas que no tienen relación entre sí. Lo que es bien conocido en el campo médico. Porque de ninguna manera se utiliza una nueva droga que se ha mostrado beneficiosa en las ratas directamente en seres humanos. Se prueba en otros animales y finalmente en el mono rhesus (de características más similares a los humanos), y finalmente, en voluntarios...

Sin embargo, estos doctos paladines afirman, en base a sus experiencias con ratas, que los castigos deben ser erradicados de la crianza y educación de los niños, porque inhibe el aprendizaje y lleva a la neurosis y alteraciones de carácter. Afirmación que nunca logró ser respaldada por investigaciones con validez científica.

Todo esto ha llevado a muchas aberraciones. Un ejemplo al respecto, con consecuencias extraordinariamente perjudiciales, es el que algunos psicólogos norteamericanos proclaman que los niños no tienen deberes sino que solamente derechos. Esta tontería implica que los niños no tendrían por qué tener cortapisas si desean pegarle a un hermanito u otro niño, tampoco si quieren quitarle los juguetes o destruírselos, o si apetecen el emporcar el comedor cuando comen, etc., etc. Además, cualesquiera que tenga un mínimo de conocimientos respecto a lo que han sido y son las sociedades humanas sabe que esta afirmación resulta absurda.

De todas formas, es necesario advertir que el tema de las sanciones corrientemente genera malos entendidos, debido a la identidad que se ha establecido entre sanción y castigo físico, o aquellos en que se recurre a acciones brutales. Ello constituye nuevamente el mismo error de lógica (pensamiento por analogía) debido a que, si bien generaciones anteriores (y también ahora) actuaron con suma arbitrariedad frente a los niños, hay cantidad de sanciones que no emplean la violencia y respetan al niño como persona. Por lo demás, en nuestra experiencia estas últimas son las realmente efectivas en la adecuación del niño a la vida social, lo que no ocurre con los castigos tradicionales, puesto que estos últimos dejan secuelas altamente negativas. Y, atención!, con los niños pequeños bastan al efecto sanciones mínimas o simbólicas.

Por otra parte, hay especialistas que dan por sentado que muchas perturbaciones mentales son resultantes de la disciplina a que fue sometida la persona y, asimismo, que sólo la libertad es la que da posibilidades de creatividad (?!). Nos encontramos aquí nuevamente con el pensamiento por analogía en cuanto se promueve el tratar a los niños como si fueran adultos. Entre otras cosas, se pretende recurrir a la racionalidad del niño olvidando que su sistema nervioso (y su cerebro) están a medio desarrollo y que no disponen de la información que les permita comprender las razones de los adultos en toda su magnitud. Lo que es obvio, pero olvidado, es que a los niños se les debe tratar con respeto y adecuándose a los recursos que ellos tengan en el el correspondiente momento de su desarrollo.

La gran cuestión en todo esto es no sólo que demasiados pensadores, han dado su opinión conforme a supuestos y creencias que no tienen base científica, sino que se ha ocasionado daños inconmensurables. Buena parte de los problemas con la juventud y con la droga que afectan a EE. UU. derivan de ello. Y en los países subdesarrollados, en que se copia con retardo, se está empezando a vivir estos problemas en forma simultánea conjuntamente con la imitación de todos los disparates que hemos comentado.

Sin embargo, felizmente en EE. UU. se ha comenzado a reaccionar en contra. En efecto, en la actualidad la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (AACAP) y las autoridades de EE. UU. que luchan contra las drogas preconizan el poner límites (límites a la libertad) y disciplinar a los niños (lo que implica necesariamente implementar algún tipo de sanciones).

LOS SISTEMAS BINARIOS DE INTERACCIÓN Y LOS NIÑOS

La teoría de la acción operativa (biokinesis) nos dice que siendo los seres humanos organismos vivos, tienen como todos ellos un egoísmo vital que los lleva a buscar su supervivencia y su bienestar. Lo que se evidencia, al igual que en todos los organismos animales, en una disposición de acercamiento a lo que le proporcione bienestar y de evitación de lo que le signifique maltrato. De allí que los seres humanos en forma permanente, y sin mucha conciencia, estemos clasificando todo en bueno o malo.

De esta forma, lo bueno nos lleva a acercarnos y a cuidarlo, en tanto que rehuimos lo malo o buscamos destruirlo. Lo que constatamos continuamente en las relaciones interpersonales porque en ellas es fácil diferenciar las interacciones positivas de las negativas.

En efecto, cuando sentimos al otro bueno buscamos estar cerca de él y procuramos su bienestar (interacciones positivas) y si lo consideramos malo lo evitamos o tratamos de maltratarlo (en última instancia algunos intentan destruirlo, es decir, asesinarlo). Es decir, cada cual eventualmente afecta a otros de manera tal que éstos experimentan efectos buenos (positivos) y malos (negativos), según si ellos provocan a sensaciones de bienestar o malestar en la más amplia variedad en que se dan estos fenómenos.

Estos dos tipos de interacciones son las interacciones binarias que se diferencian de las interacciones de roles en que dependen únicamente de la voluntad de la persona, en tanto que el ejercicio de los roles es normado por la sociedad.

Las interacciones binarias conforman sistemas de interacción (sistemas binarios de interacción) debido al simple hecho de que normalmente se responde a estas interacciones en secuencias que persisten mientras el sistema no desaparezca. La característica básica de las interacciones binarias y de estos sistemas es que la respuesta de cada cual a las interacciones recibidas es de su misma categoría. Es decir, se reacciona con interacciones negativas a las negativas, y con positivas a las positivas. Lo que genera encadenamientos de interacción, positivos o negativos, en un proceso característico de todos los sistemas como es el afectarse recíprocamente o generar cadenas de acción-efecto entre los distintos componentes del sistema.

Se debe tener presente que estos encadenamientos tienden a desarrollarse en espiral, es decir que el grado o frecuencia de las interacciones va en aumento. Así tenemos en la amistad y en el amor encadenamientos positivos en desarrollo. Y mucho de la violencia familiar corresponde a espirales negativos, lo mismo que los quiebres en la relación de pareja.

Las interacciones negativas, que constituyen por sí mismas todo conflicto en relaciones humanas, son simplemente un hacerse justicia (devolver, desquitarse) frente al maltrato recibido. Y pareciera ser que derivan también de nuestra condición de mamíferos (¿recuerda lo que sucedió si alguna vez le pisó la cola o las patas a un gato o a un perro?).

Advertimos que es fundamental, para una adecuada comprensión de estos fenómenos y a fin de aplicar las medidas que correspondan, el tener presente que las distintas interacciones recurren a procedimientos y al desarrollo de situaciones objetivamente muy distintas, pero que de todas formas logran resultados similares. Por ejemplo, a un insulto se puede responder con una bofetada; o a un halago con un regalo; etc. (ver PROCESO COGNITIVO y SITUACIONES DE MALTRATO).

En los sistemas binarios de interacción distinguimos los sistemas binarios simples (con dos miembros), los sistemas binarios compuestos (con más de dos personas) y los sistemas de grupos (las interacciones se realizan de grupo a grupo). Esto es, en la familias encontramos normalmente los dos primeros.

Sin duda que respecto a estos sistemas lo que interesa especialmente es el promover los encadenamientos positivos y erradicar o prevenir la aparición de los encadenamientos negativos. Porque, en otras palabras, ellos corresponden a los conflictos y a las peleas abiertas.

A fin de suprimir los encadenamientos negativos o prevenirlos la indicación aparece extraordinariamente simple: se trata de poner fin a las interacciones negativas. Sin embargo, su aplicación concreta implica complejidades derivadas especialmente del proceso cognitivo y de factores culturales.

En efecto, siendo las interacciones negativas una suerte de justicia primitiva (le devuelvo lo malo que me hizo) o una venganza, nos encontramos que en determinados ambientes ello se considera legítimo y adecuado. Por otra parte, quién recibe la interacción la evalúa y es posible que muchas interacciones que no tuvieron la condición de interacción negativa, sea interpretada por la persona como tal. Y por consiguiente, responde con una interacción negativa, iniciando de esta forma un encadenamiento de interacción negativo con todas las consecuencias antes señaladas.

Asimismo dificulta la intervención en los sistemas en negativo el variadísimo arsenal de que disponen los interactuantes derivado de los muchos tipos de interacción y de la amplísima gama de las situaciones de maltrato (resultado de las interacciones negativas).

En todo caso, para manejar eficientemente estas problemáticas es de suma importancia que las personas de que se trate tomen conciencia de las consecuencias altamente dañinas de enfrascarse en encadenamientos negativos (los perjuicios pueden llegar a ser gravísimos). Y es fundamental adquirir las destrezas para defenderse de las interacciones negativas, sin recurrir a las mismas. Es decir, habrá que defenderse de manera adecuada, impidiendo que el otro siga maltratando pero sin impulsarlo a hacer interacciones negativas. Este tipo de interacción se denomina interacción correctiva.

Para mejores relaciones interpersonales podemos concluir entonces con la siguiente

REGLA:

  • Evitar o eliminar las interacciones negativas en la relación y reemplazarlas por interacciones correctivas.

La aplicación de esta regla con los niños es de primera importancia, puesto que deterioradas relaciones interpersonales en la infancia se constituye en la base de trastornos mentales en el adulto y, naturalmente, de la infancia misma. Y no se trata de "soportar" las actuaciones inadecuadas de los niños, de lo que se trata es de defenderse sin hacer interacciones negativas, única forma que da garantía de buenas relaciones humanas (ver DISCIPLINA Y BIEN COMÚN).

Para un profundizar en estos procesos, en ARTÍCULOS se encuentran SISTEMAS BINARIOS DE INTERACCIÓN y PROCEDIMIENTOS PREVENTIVOS Y CORRECTIVOS, con una información de mayor nivel.

EL SÍNDROME DE EMERGENCIA Y LOS NIÑOS

Los seres humanos continuamente estamos experimentando ciertos tipos de malestar de grado variable que va desde el simple desagrado hasta sufrimiento intenso. El que se presenta siempre acompañado de una cantidad de síntomas característicos y cuyo conjunto se denomina síndrome de emergencia. Además, muchos estados de tensión (stress) corresponden o acompañan a este síndrome.

El síndrome de emergencia es producto de situaciones de maltrato, las que son extraordinariamente variadas y caracterizadas por las consecuencias que provocan en la persona que las experimenta (entendiendo como situación no sólo el contexto externo al sujeto sino la integración de éste con aquel).

Es importante destacar que corrientemente las situaciones de maltrato que vivimos los seres humanos son de carácter social, lo que vale en particular para los niños que presentan alteraciones conductuales. Y en estos últimos, el maltrato es consecuencia de la dinámica de los sistemas binarios de interacción, a los cuales todo niño está integrado. Siendo los más importantes para él la relación que vive tanto con sus padres, como con sus profesores y con otras personas que le son significativas.

Enumeremos entonces brevemente algunas de estas alteraciones del síndrome de emergencia:

- Disposición desconfiada que lleva a estar alerta con notoria susceptibilidad ante todo posible nuevo maltrato y magnificando riesgos, en una suerte de amplificación de todo lo que pudiera ser negativo (selectividad cognitiva negativa), con eventuales reacciones precipitadas e inadecuadas (el "estar nervioso" en lenguaje corriente).

- Dificultad para concentrarse que no sólo interfiere el trabajo intelectual sino que da lugar a cometer errores, incluso en tareas muy simples (siendo causa de accidentes de mayor o menor gravedad). Y perjudica especialmente a los estudiantes su capacidad de memorizar o de retención.

- Inseguridad derivada del temor de sufrir nuevos maltratos y del supuesto de no tener recursos para defender la propia persona, con los consiguientes sentimientos de impotencia (frecuentemente se presenta timidez y dudas para actuar).

- Egoísmo aumentado al vivir la persona preocupada por su propia suerte (no hay espacio para preocuparse de otros)

- Están presentes uno o varios de los siguientes estados afectivos:

  • cólera y sus variantes
  • llanto y sus variantes
  • desánimo y sus variantes
  • distintos grados de miedo.

El saber de estas reacciones afectivas permiten detectar fácilmente este síndrome, aún por los no especialistas.

Además, el accionar de la persona en emergencia presenta una de dos características: extrema movilidad (con eventuales reacciones imprevistas o impulsivas) o pasividad o parálisis en la acción.

En todo caso, para el especialista, los síntomas más relevantes son los que se presentan en el proceso cognitivo, puesto que ellos dan lugar a los otros fenómenos que hemos descrito.

Así, el considerarse sin recursos frente al maltrato (sentimientos de impotencia) da lugar a las alteraciones anímicas citadas (rabia, llanto, desánimo y miedo), además de el consiguiente eludir aquellas situaciones o tareas en que da por seguro el fracaso.

Mayor trascendencia tiene aún la selectividad cognitiva negativa con su ampliación de todo lo que resulte malo. En efecto, entre las muchas consecuencias perjudiciales de este fenómeno está en primer lugar el realimentar el síndrome de emergencia, toda vez que la persona magnifica distintos elementos de su entorno como negativos. Es decir, al suponer la persona riesgos que son infundados desarrolla eventualmente un cuadro mental (representación) extraordinariamente perjudicial que la lleva a vivir de manera acrecentada situaciones de maltrato reales o potenciales, con las reacciones consiguientes.

De suma importancia, en cuanto a los sistemas binarios de interacción, es el hecho de que la selectividad negativa facilita enormemente las interacciones negativas porque los implicados tienden con suma facilidad a considerar cualquier acción o no acción de el otro como "agresión", respondiendo en consecuencia.

Conviene tener presente, además, que las situaciones de ambigüedad estimulan con fuerza el desarrollo de la selectividad negativa, con todas sus consecuencias, y que precisamente los niños viven la ambigüedad frecuentemente a causa de que muchos adultos tienen dificultades para precisar sus exigencias de acuerdo a lo señalado en la INTRODUCCIÓN.

REGLA:

  • Manejar de manera apropiada las situaciones de maltrato respectivas a través de modificar los elementos que corresponda o, en última instancia, retirándose de la situación perjudicial.

Éste es el único procedimiento efectivo para superar el síndrome de emergencia y su sintomatología, porque combate su raíz etiológica (al contrario de los procedimientos en boga que manejan los síntomas). Para ello se debe tener presente que las situaciones están constituidas por los elementos externos al sujeto y por el sujeto mismo, lo que plantea la posibilidad de cambios tanto fuera del sujeto como en él mismo. Sin duda que al efecto se requiere de la evaluación tanto de los elementos agresores externos como de los recursos con que cuente el sujeto, además de su proceso cognitivo.

Y en el caso de los niños, en especial menores de 10 años, los elementos factibles de modificar en los respectivas situaciones son los que dependen de la acción de los adultos, quienes tienen o debieran tener los recursos que permitan poner fin a las situaciones de maltrato y especialmente el manejo de los sistemas binarios de interacción en negativo (ver DISCIPLINA Y BIEN COMÚN).

Una mayor información se encuentra en SISTEMAS BINARIOS DE INTERACCIÓN, CLASIFICACIÓN DE LAS SITUACIONES DE MALTRATO y SÍNDROME DE EMERGENCIA.

SEGURIDAD EN SI MISMO Y EXOESTIMA

Una característica esencial del ser humano es su requerimiento de seguridad por respaldo social, es decir, el contar con la ayuda segura de otros humanos ante la posibilidad de situaciones de peligro o de maltrato. Esta característica deriva por una parte, del largo período de dependencia que vivimos los seres humanos desde la época del amamantamiento hasta la adolescencia, e incluso como adulto joven. Y por otra, de que el grupo fue el instrumento de sobrevivencia de la especie humana debido a su debilidad frente a los depredadores del ambiente natural (lo que explicaría nuestra peculiar necesidad de pertenencia). Todo ello sin olvidar que el llanto, que es fundamentalmente petición de ayuda, es esencialmente humano.

Este requerimiento de seguridad por respaldo social es lo que normalmente se intenta lograr en las relaciones interpersonales (amistad, relación de pareja, etc.) y en la pertenencia a grupos bien estructurados.

La problemática o inseguridad respecto a este respaldo social, según nuestra experiencia, constituye el núcleo de la totalidad de los trastornos mentales funcionales. De estar bien asentada la seguridad por respaldo social, nos parece difícil si no imposible que ellos se presenten.

Ahora bien, ésta depende en particular de un fenómeno mal comprendido (especialmente por aquellos que tratan de la autoestima) y que denominamos exoestima. En efecto, en todos los grupos humanos y en toda situación social los individuos se encuentran en una suerte de escalafón debido a que a cada cual se le asigna un valor social personal o exo-estima. Este es un proceso permanente en que cada persona, al mismo tiempo que es evaluado, está haciendo lo mismo con los demás.

La exoestima se constata a veces en expresiones verbales, pero sobre todo, en el tipo de trato que recibe la persona de parte de los otros. El que es más deferente y considerado para los que están en los niveles superiores que el dispensado a los que se encuentran en niveles inferiores. Es fundamental tener presente que esta evaluación tiene como parámetros los "valores de primer orden" (los considerados de primera importancia) del medio social respectivo (grupo, institución, sociedad, etc.). Mientras más se conforme la persona a estos valores, más alto es ubicada en el mencionado escalafón.

De esta forma, cada cual sabe entonces a quienes tiene "arriba" y a quienes "abajo". Y naturalmente, el grado de respaldo social que va a recibir, es decir, cuanto logrará de este respaldo. Una consecuencia relevante de ello es la mayor o menor seguridad con que se desenvuelve la persona en la vida social, solidez que tiene plena correlación con su exoestima.

Porque quién se sabe con un alta exoestima se conduce con soltura y confianza y plena certeza de ser bien acogido. Por el contrario, aquel de baja exoestima es inseguro, convencido de estar en un situación social de riesgo. De esta forma los seres humanos nos esforzamos de manera persistente en cumplir con estos "valores de primer orden". Un ejemplo a la vista es el casi universal empeño por alcanzar éxito económico.

Cabe destacar que la exoestima, precisamente por ser asignada conforme a los valores del respectivo medio social, eventualmente varía de ambiente en ambiente. Por lo mismo, es de frecuente ocurrencia que el adolescente vituperado en su familia (baja exoestima) logra ser aplaudido en un grupo de protestatarios (alta exoestima) conforme a como se adecúa a los valores del respectivo grupo. Además, normalmente toda persona muestra diferentes grados de aplomo y desenvoltura en distintos medios sociales, por razones similares.

En el valor social personal o exo-estima distinguimos tres variedades:

1) La valía interpersonal que se logra en las relaciones interpersonales y los grupos primarios (familia, grupo de amigos, ambiente laboral, etc.). Esta experiencia lleva a la persona a una representación estable (idea persistente) de su valía interpersonal. Es la valía interpersonal subjetiva la que tiende a estabilizarse muy al comienzo de la vida del niño y que da la base para la relativa seguridad en si mismo que tenga cada cual en las relaciones interpersonales. A raíz de ello, los niños que se han sabido bien valorados en su familia tienen las mayores posibilidades de ser adultos seguros de si. Los inseguros, en cambio, con toda probabilidad han sido descalificados en forma sistemática en su infancia.

2) El status es la exoestima asignada a los individuos en los grupos secundarios y en la macrosociedad. Ha sido estudiado ampliamente por la sociología (estratificación social) y la antropología (teoría de roles). El conocido "escalamiento social" nos indica su trascendencia.

3) El prestigio es una exoestima circunstancial toda vez que se concreta y desaparece en tiempos muy determinados. Hace que quién lo posea tenga ventajas casi idénticas a las del status, con la diferencia de su limitada duración (es el caso de deportistas, rockeros y otros).

De todas estas variedades las dos primeras tienden a estructurar en su proceso cognitivo una representación estable con consecuencias fundamentales para la persona, ya que dificultan fuertemente el integrar experiencias posteriores de exoestima, incluyendo las que conformarían experiencias correctivas (con su resultado en la seguridad en si mismo).

REGLAS:

  • Lograr claridad respecto a los valores de primer orden que imperen en los distintos ambientes en que cada cual habrá de desenvolverse.
  • Evitar las situaciones de descalificación.

La primera regla posibilita el hacer un pronóstico relativamente seguro respecto al tipo de experiencia que se vivirá al integrarse al respectivo ambiente. Lo que permite tomar los resguardos que se requieran o preparar el ánimo para las posibles contingencias. O, si es posible, prepararse con tiempo fin de hacerse de los méritos que serán bien considerados en el medio social correspondiente.

En el caso de los padres frente a sus hijos, es importante que aquellos estimulen todo lo que constituirá mérito en los ambientes en que van a desenvolverse sus hijos. En efecto, no es lo mismo alabar a un niño por éxitos deportivos que por su rendimiento académico. Con lo primero podrá desenvolverse con seguridad en medios deportivos, pero eso no le servirá mucho de enfrentarse a ambientes cultos o aquellos en que lo intelectual es un valor importante como son los círculos de cierto nivel (profesionales, personas de buen nivel cultural, etc). Estamos previniendo de esta manera respecto a los riesgos importantes que se corren de seguir las recetas de los especialistas en autoestima (que sin duda desconocen la dinámica social de estos procesos).

En cuanto a la segunda regla, los adultos (y también los adolescentes) no tienen otra opción que rehuir medios sociales con una cultura en que la descalificación es la rutina. Y también, aquellos en lo cuales predominan valores opuestos a los propios. Los padres habrán de asegurarse que sus hijos se mantengan lejos de tales ambientes y, también ellos mismos, evitarán con cuidado las regañinas en el trato con sus vástagos (no sólo porque erosionan la exoestima, sino que además se constituyen en interacciones negativas con las consecuencias del caso).

Recalcamos que no usamos la palabra autoestima porque todo lo que se plantea al respecto adolece de deficiencias lógicas serias. No existe "un" concepto de autoestima sino múltiples, a juzgar por los escritos de diferentes autores, puesto que reúnen en él una cantidad de hechos que son absolutamente heterogéneos entre sí y que naturalmente requerirían de planteamientos y manejos distintos. ¿Que es y como se puede saber en que consiste para cada persona el apreciarse a si mismo?. ¿Y el quererse?.

VIDA SOCIAL

Los distintos grupos humanos constituyen siempre una sociedad con una dinámica que es imprescindible conocer si se desea tener allí la satisfacción de relaciones humanas armónicas, además de la indispensable seguridad por respaldo social.

Esta dinámica es una resultante directa de los objetivos de los individuos que componen esa sociedad. Y el grupo respectivo tiene objetivos que corresponden a los de la mayoría de sus miembros. Los que por otra parte se ven forzados, para alcanzar los logros que pretenden, a comportarse conforme al orden social que se ha generado en la respectiva sociedad. Esto es, desgraciadamente para los libertarios, no solo una realidad sino que el sino de todo ser humano. Porque nadie puede vivir absolutamente aislado y por lo mismo tiene que reducirse como persona para convivir con otros.

En efecto, todos aceptan el orden social por su necesidad de pertenecer y participan además en el control social, presionando a los otros a adecuarse a él. Cuando el grupo da respaldo social a la mayoría de sus miembros, se manifiesta el espíritu de cuerpo que hace que todos se esfuercen por mantener la integridad del grupo, además de preocuparse de la suerte de todos sus integrantes. Así, el bien común rige la acción de todos, consolidando un sólido orden social, además de colaborar en el proceso de socialización que es accionar de forma al que los recién ingresados al grupo se adecúen al orden social existente.

Además, el orden social aporta las pautas de conducta que armonizan las actividades de los miembros del grupo y les da seguridad al disponer de patrones estables y las garantías subsecuentes respecto a como actuarán los otros. Se entiende el interés de los miembros por consolidar este orden social pues significa ventajas para todos y cada uno de ellos. Señalemos que los valores, tan relevantes en la vida de los grupos, son objetivos generales que tienden esencialmente a lograr lo bueno para el grupo y combatir lo malo. De allí que los que están en situación desmedrada en el respectivo grupo se dediquen primordialmente a atacar los valores que imperan en él.

Si aplicamos lo anterior a la familia se nos hace la luz en cuanto a la diferencia entre aquella que es feliz y la conflictual.

En el orden social distinguimos principalmente estructuras y normativas. Estas últimas enmarcan la acción de todos los componentes de la respectiva sociedad, sean ellos individuos o instituciones (que igualmente tienen vida a través de los individuos que intervienen en ellas). Así la institución autoridad se constituye por normas que obligan a los respectivos individuos que desempeñan ese rol. Las estructuras son los elementos o partes que conforman un sociedad (roles e instituciones).

El cumplimiento de las normas se obtiene a través de sanciones claramente estipuladas y bien conocidas por los individuos. La mayoría de las normas implican marcos para la interacción social, conformando los deberes y derechos complementarios en los que cada cual tiene derechos que deben ser respetados (en concordancia con los deberes de los otros). Estos deberes y derechos complementarios proporcionan los fundamentos para las interacciones correctivas.

Anteriormente hemos precisado que la vida en grupo es consecuencia de características hereditarias y experienciales de dependencia del ser humano, y en consecuencia, buscamos a otros humanos para que nos den "seguridad por respaldo social". La que obtenemos en las relaciones interpersonales y en la pertenencia a grupos, siendo esta última la que nos da mayores garantías. Porque es bien sabido que, al contrario de quienes suponen que ella habría que buscarla únicamente en la relación de pareja, los hechos muestran lo poco confiable que ella resulta (en la actualidad los matrimonios duran en promedio menos de 3 años antes de destruirse). Y los jóvenes prefieren vivir juntos sin el compromiso matrimonial, de manera que pueden separarse en cualquier momento sin mayor problema.

De todas formas, recordemos que el respaldo social está condicionado por la exoestima que le sea asignada al individuo. Y que, a fin de que ésta lo sea de manera equitativa y justa, resulta indispensable un bien común que considere efectivamente el interés de todos los integrantes del grupo.

La adecuación de los individuos a los valores del grupo depende esencialmente de la exoestima. En efecto, cada cual logra un determinado valor social en su grupo de acuerdo a como ajusta su actuar a los valores que allí imperan. Sabemos que un alto valor social personal da garantías de un trato deferente y consideraciones especiales, y que lo contrario sucede si el valor social personal es bajo. Resulta entonces obvio que, normalmente, todos tratan de actuar conforme a los valores de su grupo, realizando sacrificios de dimensiones con este propósito. Lo que es precisamente su diferencia con las normas, que se imponen mediante las sanciones a quienes osen trasgredirlas.

Nuestro destino entonces está condicionado por la pertenencia a los grupos y sociedad en que vivamos. No pueden quedar dudas de que el accionar distinto al respectivo orden social implica consecuencias graves, al generar importantes situaciones de maltrato.

Por otra parte la armonía y paz indispensable en un grupo o en una sociedad depende esencialmente de la consideración recíproca que se muestren todos y cada uno de sus miembros. Al respecto no debe olvidarse que de una u otra forma, cada cual siempre al accionar dentro de un grupo está eligiendo (sin mayor conciencia) entre el bien común o el generar tensiones y conflictos. En otra palabras, entre los encadenamientos positivos y negativos.

De tener presente todo lo anterior las personas contribuirán con fuerza a una vida armónica dentro de los grupos e instituciones. Y su acción será más efectiva de aplicar allí las siguientes

REGLAS:

  • Respeto y consideración por el otro.

    Se trata de respetar al otro como persona y de considerar igualmente sus características personales y su estado físico y mental en el momento. Así, las ironías sobre ciertas debilidades de la persona contradicen la aplicación de esta regla (son otros los procedimientos para lograr actuaciones adecuadas, ver PROCEDIMIENTOS PREVENTIVOS Y CORRECTIVOS).

  • Justicia y equidad.

    Es necesaria una gran claridad en los grupos respecto de lo que se considera justo y equitativo. Es bien sabido que normalmente hay plena conformidad al hecho de asignar mayores beneficios a quienes desarrollan los mayores sacrificios. Evaluación que depende de los valores del respectivo grupo.

  • Espíritu de cuerpo.

    Implica el velar tanto por el grupo mismo como por absolutamente todos sus miembros (bien común). Ello depende esencialmente de que cada cual sienta al grupo "bueno" y en especial, de como éste responde a su requerimiento de seguridad por respaldo social. La aplicación efectiva de las dos reglas anteriores contribuye eficazmente a su desarrollo.

  • Proceder mediante acuerdos (explícitos o implícitos).

    Efectivamente, los acuerdos son esenciales para la armonía dentro del grupo y en especial, los que traten sobre los objetivos y las normas, puesto que las diferencias al respecto son siempre fuente de conflictos.

La puesta en práctica de esta regla necesariamente debe considerar las características y condiciones en que se desenvuelve el grupo o institución. Esta advertencia es indispensable si consideramos los excesos cometidos con el supuesto de que el sanalotodo de los grupos sería el "liderazgo democrático" (en la actualidad en EE. UU. preconizan la condición de "coach" o técnico de los equipos deportivos para dirigir grupos, los que no tienen nada de líderes democráticos). No caer en consecuencia, en actuaciones tales como las que se constata en ciertos filmes en que se consulta a niños de 4 o 5 años respecto a asuntos trascendentes para la familia. Ello puede ser adecuado o razonable solamente con adolescentes que tengan conocimientos respecto al asunto de que se trate.

Es decir, en cuanto a la aplicación de estas reglas en la familia, corresponde a los progenitores la iniciativa y dirección, pudiendo dar participación a los hijos en la medida en que estén en condiciones de contribuir con aportes adecuados. Sin duda que la mayor facilidad y efectividad de la puesta en práctica de estas pautas dependerá de su aplicación precoz, es decir, en la época en que los hijos son pequeños y muy permeables a los valores y orientaciones de los adultos. El intentarlo cuando ya han llegado a la adolescencia implica dificultades que habrá que considerar (ver LOS SISTEMAS BINARIOS DE INTERACCIÓN Y LOS NIÑOS).